Y sin embargo, se mueve
Muchos animadores piensan que lo más importante para conseguir una buena animación basta con recrear técnicamente un movimiento. Es por ello que la rotoscopia ha ido ganando peso dentro del 3D entre las técnicas más usadas en producciones que necesitan hacerse muy rápidamente. Sin embargo, el puro movimiento no es capaz de sostener una buena animación, por muy realista que éste sea.
A pesar de que el ojo humano suele sentirse atraído por el movimiento, en seguida pierde interés, a no ser que perciba otra serie de patrones en el mismo. Ésta es la razón por la que nuestros ojos buscan en seguida la fuente del movimiento: el movimiento se interpreta siempre como señal de alerta. Una vez que se identifica la fuente y el movimiento se hace previsible, el ojo pierde interés.
El ritmo es el único aspecto de la animación que puede dotar de sentido y significado al movimiento. Todos sabemos que el movimiento en animación se consigue de forma muy fácil: simplemente cambiando las posiciones espaciales de un objeto e intercalando una serie de posiciones intermedias, tenemos movimiento. La mayoría de los softwares de animación actuales incluyen la posibilidad de intercalar de forma automática dos posiciones diferentes de un mismo objeto. El resultado de esto será movimiento, pero no tiene porqué implicar animación.
En la naturaleza, las cosas no se mueven simplemente por que sí, sin motivo alguno.
En primer lugar, hemos de considerar la primera ley de Newton que afirma que las cosas no se mueven a menos que una fuerza mayor actúe sobre ellas ("En la ausencia de fuerzas exteriores, todo cuerpo continúa en su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme a menos que actúe sobre él una fuerza que le obligue a cambiar dicho estado.").
Si trasladamos este principio a la animación, nos deja claro que el movimiento por sí mismo es un elemento de importancia secundaria: lo más importante es cómo este movimiento es capaz de explicarnos la causa que lo ha originado. Si este principio lo llevamos al ámbito de la interpretación, hace más fácil comprender porqué el movimiento es lo que nos debe llevar a expresar las motivaciones y objetivos de un personaje.
De esta manera, podemos estar seguros al afirmar que el ritmo dota de inteligencia al movimiento.
Cuando el movimiento interviene sobre seres vivos, podemos seguir teniendo en cuenta estas fuerzas externas, que pueden ser los elementos de la naturaleza (el viento, la gravedad, interacción con otros elementos), a los que hay que superponer los movimientos que tienen una motivación mental y que van desde los instintos más básicos (agresividad, miedo, deseo, etc.) hasta aspectos más anímicos, temperamentales y de carácter, que definen a un individuo frente a otro. No se mueve igual un personaje optimista que uno pesimista, de la misma manera que tampoco se mueven igual cuando ambos personajes reaccionan ante situaciones diversas, como el hambre o una buena noticia.
El movimiento depende siempre de más factores, conforme más complejas sean las causas que lo originan. Cuantas más variables sea capaz de tener en cuenta el animador a la hora de realizar el movimiento, más enriquece al personaje. Esto no quiere decir que el personaje deba moverse de forma espasmódica. La mayoría de las veces un simple gesto bien motivado explica más sobre el personaje que un exceso de movimiento.
Este movimiento pone en funcionamiento una serie de músculos, que el animador también necesita tener en cuenta. Es en los músculos donde el animador debe volver a considerar los principios de Newton (inercia, fuerza y acción/reacción).
Cuando un cuerpo se mueve de un punto a otro, en primer lugar tiene que hacer frente a la gravedad, que empuja al cuerpo hacia abajo.
En segundo lugar, este cuerpo está construido de una determinada manera, que en el caso de los seres vivos implica una serie de músculos construidos alrededor de una estructura ósea.
Estos músculos no están unidos de cualquier manera, sino de acuerdo a unos ligamentos que les permiten hacer una serie de movimientos a la vez que le impiden otros: los dedos de la mano pueden doblarse sobre la palma pero no sobre el dorso de la mano y nuestras rodillas son incapaces de doblarse hacia atrás, por ejemplo.
De igual manera, estos músculos suelen trabajar en contra de la gravedad: para desplazarnos, los pies se levantan del suelo; en cambio, tumbarnos sobre una cama no implica más esfuerzo que el de amortiguar la caída.
En tercer lugar, están las motivaciones psicológicas de las que hemos hablado antes.
Un actor no necesita ser consciente de esta lucha de la gravedad con su cuerpo, ya que al igual que nosotros, está habituado a moverse, y por esta razón concentra su energía en la interpretación. Un animador necesita ser consciente de estos principios físicos, aunque sea para transgredirlos e ir en contra de ellos, siempre que el movimiento le sirva para apoyar la interpretación de su personaje. No hay nada que nos impida que un personaje doble las rodillas hacia dentro al caminar, por poner un ejemplo evidente, siempre que esta forma de caminar ayude a decir algo sobre el personaje.
Volviendo al principio, el animador sólo tiene una herramienta para conseguir dotar de verosimilitud e interpretación a su personaje, y esa herramienta es el ritmo.
En un próximo artículo veremos más sobre cómo conseguir el ritmo en animación.
Hemos ilustrado este artículo con fotografías de Eadweard Muybridge, que durante décadas han servido como fuente documental más completa sobre el movimiento humano y animal a animadores de todo el mundo.
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