Wall•E y el futuro de la humanidad



Wall•E es una película que trae la modernidad al cine de animación comercial. Y lo es por muchísimas razones. Dejando de lado aspectos como la indiscutible calidad técnica de la cinta, la herencia de Chaplin y Keaton en el acting (unos 40 minutos sin diálogos) o los guiños a otras películas del género como 2001, vamos a centrarnos ahora en los aspectos argumentales (la chicha, vamos), así que si aún no has visto la película mejor que no sigas leyendo.

La trama: Una historia de amor poco común

Ya en la trama tenemos presentes valores fundamentales que Hollywood se había dejado por el camino, como la paciencia o el sacrificio (¿qué bonito, no?). Sigamos. En Wall•E también encontramos a un personaje masculino asombrosamente dulce, tierno y encantador (¡se acabó el macho protector en el cine!) y en Eva a una protagonista femenina que, lejos de la clásica mujer-florero, es una guerrera poderosa que actúa con consecuencias visibles en la trama (de acuerdo, la Fiona de Shrek estaba muy bien, pero seguía estando a la sombra del protagonista; seamos realistas: Wall•E, con todo el cariño que despierta, no es más que un pelagatos al lado de Eva). Finalmente, y como no podía ser de otra forma, para estos dos amantes tan peculiares, tenemos también una de las pocas escenas de "primer clímax amoroso" (momento beso) que consiguen emocionarnos en el cine en los últimos años. Un poco hartos de tanta tontería con Megs Ryan y Sandras Bullock, flores y besos bajo la lluvia, refrescante es la palabra que me viene a la cabeza cuando veo a Wall•E luchando contra el vacío espacial para acercarse a su amada con la única ayuda de un extintor.

Y sin embargo, no es la trama lo que hace de Wall•E una película realmente novedosa y que abre nuevas vías en el cine de animación comercial, es (¡atención, atención!) su subtrama. Una subtrama que nos deja absolutamente perplejos tanto por la cantidad de matices que contiene como por su extrema sutileza al presentarlos.

La subtrama: La estupidez humana (por ejemplo)

Wall•E utiliza la subtrama para lanzar una crítica feroz al sistema actual, y lo hace desde dentro, desde la misma cuna de la sociedad capitalista, los EE.UU. (¡vuelve el espíritu del punk!). Y para articular esta crítica nada mejor que recuperar un género, el de la ciencia-ficción clásica, que no se veía desde hace mucho tiempo en el cine, una ciencia-ficción heredera de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX (Asimov, Bradbury, Clarke y demás). Ciencia-ficción de la buena, de la que plantea preguntas, de la que activa resortes y dispara alarmas en las cabecitas de los espectadores. En Wall•E se plantean muchas de esas preguntas, preguntas sobre el consumismo exacerbado, la destrucción del planeta, la comida basura, el efecto idiotizante de la televisión, el sedentarismo, la falta de afecto y el aislamiento entre seres humanos, etc., pero -lejos de adoctrinar- deja que sea el espectador el que se lance a la reflexión, el que ponga las respuestas y decida actuar en consecuencia... (ejem) esto último aún está por ver.

Brutal paradoja que sea un robot (antítesis por excelencia de la emotividad) el que enseñe los humanos a mirarse a los ojos, a sentir y a emocionarse de nuevo. Wall•E es el salvador de la humanidad dentro de la pantalla, pero también podría haber sentado las bases para hacerlo fuera de ella. Y es que tranquiliza saber que los mismos adolescentes llenos de acné que -en un futuro no muy lejano- irán a ver abominaciones aun por crear como The Fast and the Furious 5, también se pasarán por el cine a ver alguna de las obras cinematográficas (y esperemos que sean muchas) herederas de Wall•E.

Tranquiliza saber que los chicos de Pixar están haciendo las cosas bien.

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